08/06/2021
La polarización y el estancamiento convierten Perú en un destino de inversión de alto riesgo
Los resultados provisionales de las elecciones presidenciales del pasado 6 de junio parecen inclinarse ligeramente por el candidato de extrema izquierda Pedro Castillo, mientras que la candidata conservadora Keiko Fujimori también reclama su victoria por un estrecho margen. Los resultados provisionales están pendientes del conteo en varios distritos del país y del voto exterior lo que dejan el resultado final de unas elecciones tremendamente polarizada en el aire. Los próximos días estarán probablemente marcados por acusaciones de fraude electoral por parte de Fujimori y de posibles actos de intimidación en los núcleos electorales de Castillo. Sin duda, la atmosfera que se respira continuará siendo tensa en los próximos días.
Si Fujimori sale vencedora de estos comicios, es probable que no solo haya recibido el apoyo del núcleo central de sus votantes, atraídos por un populismo de corte autoritario, sino también de votantes de las clases medias urbanas que pese a no confiar en ella la ven como la única forma de evitar la victoria de Castillo. Los apoyos de Castillo, principalmente procedentes de zonas rurales más desfavorecidas con una importante población indígena alejada de las zonas costeras más desarrolladas, parecen haber abrazado un nacionalismo económico de izquierdas que reniega del modelo neoliberal. Un modelo que ha reducido en términos absolutos la pobreza en el Perú pero que también ha exacerbado las desigualdades.
Las elecciones confirman el colapso de los partidos del centro político. Fujimori y Castillo salieron elegidos en la primera vuelta y por tanto debían enfrentarse en esta segunda y definitiva contienda electoral. Sus campañas han girado en torno a un populismo desde los dos extremos del espectro ideológico. Centrándose en la insatisfacción con las élites del país y presentado grandes mensajes con soluciones aparentemente sencillas para terminar con los complejos retos económicos y políticos que azotan Perú.
Independientemente de quien termine alzándose con la victoria tendrá que enfrentar de inmediato la crisis de salud y económica que deja la pandemia de COVID-19. Los datos recientemente revisados por las autoridades dejan en torno a 184,000 víctimas mortales en el país, siendo uno de los más golpeados por la pandemia en todo el mundo. La pandemia y unos niveles de exportaciones en niveles bajos han producido una reducción del 11% en el PIB desde 2020. Además, existe una persistente crisis de gobernabilidad con un congreso que no es capaz de llegar a ningún tipo de consenso y una corrupción que ha provocado la dimisión de dos presidentes entre 2018 y 2020.
Aunque Castillo suavizo su retórica izquierdista durante los días finales de campaña, continúa representando un candidato de la izquierda populista, inspirada en los modelos de Fidel Castro y Hugo Chávez. Castillo ha prometido durante la campaña nacionalizar los recursos naturales del país, o al menos revisar de arriba a abajo los términos para la inversión y el control de los recursos por parte de las empresas extranjeras. También ha prometido incrementar el gasto público, pero sin presentar un plan detallado de como espera financiarlo. Además, su retórica sugiere que podría tratar de erosionar las instituciones democráticas del país en caso de salir elegido. Llegando a sugerir que sustituiría el congreso por una asamblea popular constituyente y amenazando con cerrar los medios críticos. Su presidencia podría encontrarse a caballo entre Manuel López Obrador en México y Nicolás Maduro en Venezuela, pero ciertamente no evolucionará hacía un pragmatismo moderado de corte socialdemócrata favorable a los negocios.
Mientras tanto la posible presidencia Fujimorista puede no ofrece la panacea que muchos de sus votantes esperan. Su ideario político muy asociada al de su padre y expresidente del Perú Alberto Fujimori (1990-2000), actualmente en la cárcel por delitos de corrupción y violaciones de derechos humanos durante su mandato. La propria Fujimori ha sido acusada de corrupción y lavado de dinero y muchos analistas teme que sus promesas de mantener una modelo de libre mercado en Perú vengan de la mano de la corrupción y el clientelismo.
Quien sea finalmente elegido tendrá que gobernar un país profundamente dividido y marcado por problemas de enorme magnitud. El próximo presidente tendrá que enfrentar los efectos persistentes de la pandemia, relanzar la economía y encontrar una manera de reparar la estructura política en ruinas del Perú. Con lo que conocemos actualmente, ningún de los dos candidatos parecen estar preparados para enfrentar estos retos. El panorama inmediato del Perú es poco esperanzador y los inversores tendrán que contar con un riesgo significativo en sus operaciones en los próximos años.
By Paul Doran, Director of Investigations at Aperio Intelligence
paul.doran@aperio-intelligence.com
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